La religiosidad de los chinos
El budismo
El lamaísmo
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Para la Iglesia, dice el Concilio Vaticano II, en “el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado, pueden adquirir, ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos o apoyados en un auxilio superior” (Nostra aetate, 2).
La religiosidad de los chinos
China nunca ha sido un país religioso en sentido estricto pues sus creencias no estaban impregnadas por la Divinidad, sino por la Naturaleza (son ecologistas natos). Unos pueblos que han vivido siempre aislados del resto, agrícolas y sedentarios, sólo han podido entrar en contacto con la Naturaleza de la que el hombre, según su mentalidad, forma una parte del todo. Cada ser debe respetar las leyes de su género y que la Naturaleza no se sienta provocada. La hierba es buena si sirve de alimento a los animales; éstos son buenos si sirven al hombre; el hombre es bueno si se comporta como racional. Las tormentas, las lluvias y la guerra son la respuesta de la Naturaleza provocada por la mala conducta. Lo moral o ético, lo bueno o lo malo, lo que se adecua o no a la Naturaleza, se explica por dos principios: “Yang” es lo positivo, ubicado en el sol, lo masculino, lo luminoso; “Yin” es lo negativo, reside en el agua y en la sombra, es lo femenino, lo oscuro. Ambos principios conviven en el mundo y en el interior del hombre: lo bueno o lo malo ocurre cuando un principio prevalece sobre el otro. Mucho trabajo tiene por delante el buen feminismo para purificar, sanar y elevar la cultura china.
La arqueología actual tiene listados unos 3.500 dioses chinos, pero el “dios cielo” es el más importante y su representante en la tierra es el emperador. En China se exalta, no la raza, sino la autoridad, a la que se atribuye un carácter divino y se reparte por desigual entre el emperador, los gobernantes, los jefes de cantones, de pueblos y aldeas, etc.
Es una concepción con castas a lo hindú. Cada hombre tiene dos almas y, cuando muere, una se queda junto al cuerpo, sirviendo al dios de la tierra, y la otra asciende al cielo a gozar para siempre. El hombre, que es considerado naturalmente bueno, puede salvarse si se esfuerza en no contaminarse por taras hereditarias o por el ambiente que le rodea.
El chino es un hombre tolerante con las creencias ajenas y ha asumido a su manera muchas religiones que haya podido conocer. El buen chino no debe empeñarse en lograr que otros crean lo mismo ni de la misma manera. Es conocida la armonía entre el confucionismo, el taoísmo y el budismo. Por esto un chino emigrante, no tiene inconveniente, por ej. en hacerse católico, si es la religión mayoritaria del país de destino, con tal que no se le contradiga en sus sentimientos fundamentales.
Los chinos no son personas metafísicas sino pragmáticas y su estilo de vida no se apoya en imperativos categóricos o dogmas religiosos. Sencillamente se basan en razones prácticas para no perder la felicidad individual, la armonía familiar y la paz social que consideran ser fruto del esfuerzo personal y no de fuerzas sobrenaturales. Puede decirse que el alma china no es religiosa como la hindú y sólo busca recetas para la longevidad y poderes extraordinarios. Buda, Confucio y Lao-Tsé (fundador del taoísmo) son coetáneos, ambos del siglo VI aC. y coinciden con los judíos desterrados en Babilonia y sus alrededores. Son prototipos de unas religiones de ambiciones universales pues diseñaron unas pautas morales para ser predicadas y practicadas por todos los hombres.
El budismo
Buda nació cerca de Nepal (560 aC) y murió anciano, a los 80 años (480 aC), después de dedicar su vida a enseñar un “camino medio” de penitencia y meditación que rápidamente se extendió, aunque también se diversificó, y que no tiene una autoridad central. Se dice que nació inmaculado por el costado derecho de su madre (Maya) que murió a los pocos días. Al nacer, Buda dio cuatro pasos en el sentido de cada punto cardinal y así se hizo dueño de la tierra. Su nombre quiere decir "el que despertó" pero al nacer se llamaba Siddhartha ("el que logra su fin"). Se casó a los 16 años; tuvo esposa y tres concubinas pero le entró la angustia con ellas y huyó lejos, a caballo. Empezó su peregrinar por años buscando aquí y allá la verdad y la sabiduría.
El budismo no habla de un dios ni de un Absoluto que salva, sino que propone un camino para alcanzar el nirvana o estado de liberación total. Más parece una filosofía pero cabe considerarla religión aunque, paradójicamente, es una religión agnóstica que prescinde de lo divino pues el budismo no concibe que pueda existir Dios ni nada que sea autónomo y permanente. El zen es el culmen del budismo y en Japón lo practican millones de hombres y mujeres.
Hoy el budismo se descompone en más de 250 modalidades, cosa nada extraña ya que Buda consagra el subjetivismo y el irracionalismo religioso al enseñar que las propias vivencias son para cada uno el criterio supremo tanto de la verdad como de la ética. Es una especie de gnosis y tiene una curiosa coincidencia con el luteranismo que brota dentro del cristianismo.
Poco antes de morir fundó como una orden religiosa mendicante (los bonzos) que vivirían en monasterios y con sus necesidades materiales cubiertas por los laicos. Su suegra logró convencerle para que admitiera mujeres en la Orden y pronto superaron en número a los varones.
El budismo tiene varias modalidades y una de ellas es la que viven los monjes, dedicados a recorrer el “camino estrecho o pequeño vehículo” (hinayana) de sumo rigor ascético y del desprecio del mundo por el que se llega a la más absoluta perfección, la imperturbabilidad. Está implantado por el sur asiático en Tailandia, Birmania, Sri Lanka, Camboya, etc.
Los no monjes (laicos), que caminan por la interpretación amplia del budismo, son tenidos de segunda categoría ya que recorren el “camino ancho o el gran vehículo” (mahayana) que no les llevará a la perfección absoluta. No dan importancia a la ascesis sino a la fe pura y creen que bastan las buenas obras y la misericordia. Más bien está implantado por la zona septentrional en China, Manchuria, Corea y Japón.
Una tercera modalidad es la del “vehículo del diamante” (vajrayana) que está sobre todo por la zona central en Tibet, Bután y Mongolia, la más llena de magia y supersticiones. En el siglo VII dC (trece siglos después) surgió una tendencia para reformar o actualizar el budismo con influencia hindú que subraya la importancia de la práctica de las virtudes, da una visión afectuosa a lo que existe y enseña la lucha constante para dominar las pasiones.
Juan Pablo II, reconoce que el budismo es una “doctrina de salvación” como el cristianismo pero que parece fascinar cada vez más a muchos occidentales como “alternativa” o “complemento” al cristianismo. El Dalai-lama, cabeza espiritual de los tibetanos -con el que se entrevistó varias veces- viene presentando el budismo por el Occidente cristiano y su espiritualidad suscita interés sobre todo por sus métodos de oración. También se entrevistó con el “patriarca” budista de Bangkok en Tailandia que iba rodeado de monjes de origen estadounidense.
La soteriología (la salvación o liberación) budista, que es su único punto doctrinal, es sólo una soteriología negativa pues la “iluminación” de Buda es la convicción -como algunos cristianos han pensado a veces- de que el mundo es malo, de que es fuente de mal y de sufrimiento. Para liberarse del mal y del sufrimiento, hay que liberarse del mundo, hay que romper los lazos que nos unen con la realidad externa. El budismo es un sistema “ateo” que no ofrece la alternativa positiva de acercarse a Dios. Simplemente es un aspecto negativo de despegarse del mundo que es malo; salvarse es hacerse indiferente al mundo.
El cristianismo, sin embargo, tiene conciencia de que el mal no está en el mundo que ha salido de las manos de Dios y, por tanto, es bueno; el despego de las cosas de este mundo, la purificación de los sentidos y el desprendimiento de sí mismo no es un vaciar al hombre, sino autodominio como paso previo para unirse a Dios, un Dios personal con el que podemos vivir en intimidad y no un nirvana. Los ejercicios ascéticos cristianos de desprendimiento y de mortificación de los sentidos externos e internos son ejercicios de gimnasia espiritual de preparación necesaria para que el alma humana pueda penetrar en la llama de amor viva. La mística cristiana de todos los tiempos no nace de una “iluminación” negativa sino que nace de la Revelación del Dios vivo que sale al encuentro del hombre y le abre la posibilidad de participar de su naturaleza divina y de su vida trinitaria (cf Juan Pablo II, Cruzando…).
El P. Ricci, sj, evangelizador en el siglo XVI, se dio cuenta de que al chino le cuesta mucho entender a Cristo crucificado, es una imagen horrible para ellos, pero hablarles de María Corredentora les ayuda a llegar a la pasión y la cruz del resucitado. Abre las puertas al evangelio el concepto budista del bodhisattva pues es una persona con el espíritu de Buda y el carisma de la compasión para alejarse de la iluminación final y del nirvana con el fin de “permanecer en la tierra para ayudar a los seres que sufren”, lo cual encaja con Cristo redentor y María corredentora.
El subjetivismo y el irracionalismo son talantes del hombre occidental actual a quien el budismo le viene como anillo al dedo para justificar su conducta. Como es algo importado del extranjero, no queda mal darle algún retoque para occidentalizarlo y es buena excusa para abandonar el cristianismo que evidentemente, al ser la religión verdadera y seria, tiene exigencias incompatibles con el egoísmo, con el hedonismo y, como se dice ahora, con todo aquello que me pide el cuerpo. La valenciana población de Requena se convirtió en noviembre de 1998 en la capital nacional de la meditación budista con la presencia de más de dos mil españoles reunidos en el único templo que esta religión tiene en este país, llamado “Luz serena de Casas del Río”, fundado en 1989 por el sevillano Dokusho Villalba.
El presidente de la Unión Budista Europea, el lama Denys Teuntroup, asistió al encuentro en Valencia (en Barcelona fue en el 96), en el que se daban clases prácticas de relajación y meditación y clases de iniciación a quienes apuestan por el yoga como forma de vida. Se trata de vaciar la mente, controlar los nervios, respirar hondo... ejercicios del soto-zen que, a juicio de los responsables budistas españoles, aporta la visión más pragmática de las distintas ramas budistas y permite disfrutar del momento presente si aprendemos a trasladar la mente donde toca en cada momento. Es una técnica para aprender a escapar de este mundo tan competitivo y acelerado. La implantación en Occidente se facilita por la propaganda de la adhesión de famosos a esta religión (Richard Gere, Penélope Cruz, Nacho Cano...) y la invasión de películas y libros sobre la cultura budista.
La escuela meditativa del budismo (Orden Zen) se conocía en Japón ya en el siglo VII dC pero fue en el XII cuando se crearon comunidades Zen al margen de las Órdenes budistas tradicionales. Fue el sacerdote Eisai quien fundó el primer templo Zen en Kenniujú y en 1386 el emperador Ashikaga Yoshimitsu dio a esta Orden una organización oficial que contaba ya con 200 templos locales, además de los 5 de Kyoto y los 5 de Kamakura y otros 70 templos de rango provincial. En el templo de Shokokuji en Kyoto se redactaban los documentos diplomáticos y se preparaban los sacerdotes que actuarían como agentes del emperador en el extranjero.
El lamaísmo
El lamaísmo es una forma particular del budismo que imperó en el Tibet y cuyos jefes religiosos se llaman lamas. Es una religión complicada surgida del budismo tántrico en forma de mahayana de la India e importada en el siglo VII (cuando aparece también el islamismo) por el rey Srong-btsan sgam-po y por la predicación del asceta tántrico hindú Padmasambhada en el s. VIII. En el 775 creó un monasterio budista en Samye y su religión se fue extendiendo lentamente por el Tibet en donde ya existía una religión nativa, el Bon, cuyos fieles, los Bonpo, siguen todavía practicándola en el este del país.
Cuando en el Tibet penetró el pensamiento indio también lo hicieron otras religiones extranjeras como el maniqueísmo de los turcos uigures, el nestorianismo del Irán, el islamismo y el pensamiento chino con sus conocimientos en medicina y astrología. Con esas mezclas, desde el siglo XI el lamaísmo tomó un aspecto muy particular, mezclando magia tántrica, especulaciones metafísicas budistas, técnicas de yoga y prácticas de taoísmo. El Dali-Lama estaba al frente de una monarquía feudal y teocrática que violaba sistemáticamente los derechos humanos, incluso manu militari por medio de una especie de Inquisición, los dop-dop o monjes-soldados. Así los monasterios se convertían en centros de poder tanto espiritual como político y militar mientras era apoyados por importantes familias nobles. Es una Inquisición en toda regla. ¿Quién imitó a quien? y si no se imitaron, ¿por qué coinciden los asiáticos y los europeos?
En el s. XIV Tsongkhapa (+1419 con 62 años) reformó la religión tibetana fundando la secta de los Gelugpa, la “Comunidad amarilla”, opuesta a la antigua “Comunidad roja” de Padmasambhada. La reforma insistía en la disciplina monástica, el celibato de los monjes y el estudio de los textos. Suena a lo que en Occidente ocurre con los benedictinos y sus reformas (Cluny y Císter) y luego los dominicos. Tsongkhapa fundó los grandes monasterios de Sera y de Depung cerca de Lhasa que se convirtieron en ciudades universitarias de enseñanza lamaica con facultades especializadas.
Los mongoles y sus intervenciones militares en el Tibet se añadieron a las luchas intestinas entre grandes clanes y sectas lamaicas y favorecieron el triunfo final de la secta de Tongkhapa en 1637 y la instalación del quinto Dalai-lama como rey del Tibet en Lhasa. Bajo el séptimo Dalai-lama (s. XVIII) se estableció el protectorado chino que duró hasta el final de la dinastía Ts’ing (1912). Después de la influencia indobritánica (1912-45), la China comunista ocupó de nuevo el Tibet tras la 2GM. La organización teocrática y religiosa del lamaísmo no podía compaginarse con el marxismo chino. El 130 Dalai-lama tuvo que huir y refugiarse en la India con su gobierno mientras los comunistas chinos destruían los monasterios, encarcelaban, mataban o dispersaban a los monjes y utilizaban los edificios como cuarteles. Hoy el Dalai-lama intenta reconstruir el lamaísmo con los millares de lamas que pudieron escapar y, por la India y Europa, está creando centros de enseñanza y de trabajo para conservar las tradiciones orales y escritas.
La enseñanza fundamental del lamaísmo es la ausencia de la realidad propia, de las cosas en sí, de los fenómenos; la única realidad es el Absoluto, que no se puede definir pero se llama “vacío” (shunyata) o “realidad en sí” (tathata). Es algo que se logra por las técnicas del yoga y no por el razonamiento intelectual. La conducta ordinaria del “laico” tibetano pertenece al orden de la verdad relativa, mientras que la verdad absoluta está reservada a los que siguen el camino estrecho y difícil del yoga y de los tantras importados de la India. Los fieles no pueden acceder a la alta metafísica de los lamas pues se requiere largos estudios y vida monacal. Por eso los fieles no asisten a los servicios religiosos de los monasterios, simplemente se conforman con hacer méritos (bsod-nams) con los donativos a los monasterios y a los pobres y con las peregrinaciones a lugares sagrados para tener un buen karma futuro y reencarnarse en mejores condiciones para poder tener un conocimiento más profundo de la sagrada ley budista.
El Bon, con sus sacerdotes, es la religión que existía en el Tibet antes de llegar el budismo. Los antiguos sacerdotes eran brujos primitivos que utilizaban prácticas del chamanismo. Puede ser que el Bon haya preparado la adaptación del budismo al Tibet con la asimilación de elementos indoiraníes antes de que el lamaísmo pudiera hacer lo mismo. Algunos opinan que Bon deriva etimológicamente de una palabra que significa “musitar fórmulas mágicas”.
Para el bonpo, el universo circundante está lleno de démones y el hombre mismo es morada de dos espíritus custodios. La comunicación normal con los espíritus se hace por el éxtasis y utilizando chamanes fantásticamente ataviados. A veces a los espíritus se les ofrecen sacrificios cruentos. El bonpo cree en una divinidad suprema, quizá dios celeste, que no interviene en el destino humano.
La introducción del budismo en el Tibet en el s. VII dio un sincretismo al acoger en su seno numerosos espíritus bon. Los bonpo que no se convertían a la nueva religión llegada, eran perseguidos y reaccionaron creando una nueva y más sistemática secta bon a cargo de los sacerdotes de la comarca de Tsang-Tsung. Como fundador se considera al santón Jzenrab, legendaria figura situada en tiempos remotos y cuya biografía parece en algunos momentos calcada de la de Buda. La China comunista le dio un golpe mortal a esta religión de la que sólo se conservan dos colecciones: un kangjur de 140 volúmenes y un tagjngkk de 160.
El lamaísmo
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Para la Iglesia, dice el Concilio Vaticano II, en “el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado, pueden adquirir, ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos o apoyados en un auxilio superior” (Nostra aetate, 2).
La religiosidad de los chinos
China nunca ha sido un país religioso en sentido estricto pues sus creencias no estaban impregnadas por la Divinidad, sino por la Naturaleza (son ecologistas natos). Unos pueblos que han vivido siempre aislados del resto, agrícolas y sedentarios, sólo han podido entrar en contacto con la Naturaleza de la que el hombre, según su mentalidad, forma una parte del todo. Cada ser debe respetar las leyes de su género y que la Naturaleza no se sienta provocada. La hierba es buena si sirve de alimento a los animales; éstos son buenos si sirven al hombre; el hombre es bueno si se comporta como racional. Las tormentas, las lluvias y la guerra son la respuesta de la Naturaleza provocada por la mala conducta. Lo moral o ético, lo bueno o lo malo, lo que se adecua o no a la Naturaleza, se explica por dos principios: “Yang” es lo positivo, ubicado en el sol, lo masculino, lo luminoso; “Yin” es lo negativo, reside en el agua y en la sombra, es lo femenino, lo oscuro. Ambos principios conviven en el mundo y en el interior del hombre: lo bueno o lo malo ocurre cuando un principio prevalece sobre el otro. Mucho trabajo tiene por delante el buen feminismo para purificar, sanar y elevar la cultura china.
La arqueología actual tiene listados unos 3.500 dioses chinos, pero el “dios cielo” es el más importante y su representante en la tierra es el emperador. En China se exalta, no la raza, sino la autoridad, a la que se atribuye un carácter divino y se reparte por desigual entre el emperador, los gobernantes, los jefes de cantones, de pueblos y aldeas, etc.
Es una concepción con castas a lo hindú. Cada hombre tiene dos almas y, cuando muere, una se queda junto al cuerpo, sirviendo al dios de la tierra, y la otra asciende al cielo a gozar para siempre. El hombre, que es considerado naturalmente bueno, puede salvarse si se esfuerza en no contaminarse por taras hereditarias o por el ambiente que le rodea.
El chino es un hombre tolerante con las creencias ajenas y ha asumido a su manera muchas religiones que haya podido conocer. El buen chino no debe empeñarse en lograr que otros crean lo mismo ni de la misma manera. Es conocida la armonía entre el confucionismo, el taoísmo y el budismo. Por esto un chino emigrante, no tiene inconveniente, por ej. en hacerse católico, si es la religión mayoritaria del país de destino, con tal que no se le contradiga en sus sentimientos fundamentales.
Los chinos no son personas metafísicas sino pragmáticas y su estilo de vida no se apoya en imperativos categóricos o dogmas religiosos. Sencillamente se basan en razones prácticas para no perder la felicidad individual, la armonía familiar y la paz social que consideran ser fruto del esfuerzo personal y no de fuerzas sobrenaturales. Puede decirse que el alma china no es religiosa como la hindú y sólo busca recetas para la longevidad y poderes extraordinarios. Buda, Confucio y Lao-Tsé (fundador del taoísmo) son coetáneos, ambos del siglo VI aC. y coinciden con los judíos desterrados en Babilonia y sus alrededores. Son prototipos de unas religiones de ambiciones universales pues diseñaron unas pautas morales para ser predicadas y practicadas por todos los hombres.
El budismo
Buda nació cerca de Nepal (560 aC) y murió anciano, a los 80 años (480 aC), después de dedicar su vida a enseñar un “camino medio” de penitencia y meditación que rápidamente se extendió, aunque también se diversificó, y que no tiene una autoridad central. Se dice que nació inmaculado por el costado derecho de su madre (Maya) que murió a los pocos días. Al nacer, Buda dio cuatro pasos en el sentido de cada punto cardinal y así se hizo dueño de la tierra. Su nombre quiere decir "el que despertó" pero al nacer se llamaba Siddhartha ("el que logra su fin"). Se casó a los 16 años; tuvo esposa y tres concubinas pero le entró la angustia con ellas y huyó lejos, a caballo. Empezó su peregrinar por años buscando aquí y allá la verdad y la sabiduría.
El budismo no habla de un dios ni de un Absoluto que salva, sino que propone un camino para alcanzar el nirvana o estado de liberación total. Más parece una filosofía pero cabe considerarla religión aunque, paradójicamente, es una religión agnóstica que prescinde de lo divino pues el budismo no concibe que pueda existir Dios ni nada que sea autónomo y permanente. El zen es el culmen del budismo y en Japón lo practican millones de hombres y mujeres.
Hoy el budismo se descompone en más de 250 modalidades, cosa nada extraña ya que Buda consagra el subjetivismo y el irracionalismo religioso al enseñar que las propias vivencias son para cada uno el criterio supremo tanto de la verdad como de la ética. Es una especie de gnosis y tiene una curiosa coincidencia con el luteranismo que brota dentro del cristianismo.
Poco antes de morir fundó como una orden religiosa mendicante (los bonzos) que vivirían en monasterios y con sus necesidades materiales cubiertas por los laicos. Su suegra logró convencerle para que admitiera mujeres en la Orden y pronto superaron en número a los varones.
El budismo tiene varias modalidades y una de ellas es la que viven los monjes, dedicados a recorrer el “camino estrecho o pequeño vehículo” (hinayana) de sumo rigor ascético y del desprecio del mundo por el que se llega a la más absoluta perfección, la imperturbabilidad. Está implantado por el sur asiático en Tailandia, Birmania, Sri Lanka, Camboya, etc.
Los no monjes (laicos), que caminan por la interpretación amplia del budismo, son tenidos de segunda categoría ya que recorren el “camino ancho o el gran vehículo” (mahayana) que no les llevará a la perfección absoluta. No dan importancia a la ascesis sino a la fe pura y creen que bastan las buenas obras y la misericordia. Más bien está implantado por la zona septentrional en China, Manchuria, Corea y Japón.
Una tercera modalidad es la del “vehículo del diamante” (vajrayana) que está sobre todo por la zona central en Tibet, Bután y Mongolia, la más llena de magia y supersticiones. En el siglo VII dC (trece siglos después) surgió una tendencia para reformar o actualizar el budismo con influencia hindú que subraya la importancia de la práctica de las virtudes, da una visión afectuosa a lo que existe y enseña la lucha constante para dominar las pasiones.
Juan Pablo II, reconoce que el budismo es una “doctrina de salvación” como el cristianismo pero que parece fascinar cada vez más a muchos occidentales como “alternativa” o “complemento” al cristianismo. El Dalai-lama, cabeza espiritual de los tibetanos -con el que se entrevistó varias veces- viene presentando el budismo por el Occidente cristiano y su espiritualidad suscita interés sobre todo por sus métodos de oración. También se entrevistó con el “patriarca” budista de Bangkok en Tailandia que iba rodeado de monjes de origen estadounidense.
La soteriología (la salvación o liberación) budista, que es su único punto doctrinal, es sólo una soteriología negativa pues la “iluminación” de Buda es la convicción -como algunos cristianos han pensado a veces- de que el mundo es malo, de que es fuente de mal y de sufrimiento. Para liberarse del mal y del sufrimiento, hay que liberarse del mundo, hay que romper los lazos que nos unen con la realidad externa. El budismo es un sistema “ateo” que no ofrece la alternativa positiva de acercarse a Dios. Simplemente es un aspecto negativo de despegarse del mundo que es malo; salvarse es hacerse indiferente al mundo.
El cristianismo, sin embargo, tiene conciencia de que el mal no está en el mundo que ha salido de las manos de Dios y, por tanto, es bueno; el despego de las cosas de este mundo, la purificación de los sentidos y el desprendimiento de sí mismo no es un vaciar al hombre, sino autodominio como paso previo para unirse a Dios, un Dios personal con el que podemos vivir en intimidad y no un nirvana. Los ejercicios ascéticos cristianos de desprendimiento y de mortificación de los sentidos externos e internos son ejercicios de gimnasia espiritual de preparación necesaria para que el alma humana pueda penetrar en la llama de amor viva. La mística cristiana de todos los tiempos no nace de una “iluminación” negativa sino que nace de la Revelación del Dios vivo que sale al encuentro del hombre y le abre la posibilidad de participar de su naturaleza divina y de su vida trinitaria (cf Juan Pablo II, Cruzando…).
El P. Ricci, sj, evangelizador en el siglo XVI, se dio cuenta de que al chino le cuesta mucho entender a Cristo crucificado, es una imagen horrible para ellos, pero hablarles de María Corredentora les ayuda a llegar a la pasión y la cruz del resucitado. Abre las puertas al evangelio el concepto budista del bodhisattva pues es una persona con el espíritu de Buda y el carisma de la compasión para alejarse de la iluminación final y del nirvana con el fin de “permanecer en la tierra para ayudar a los seres que sufren”, lo cual encaja con Cristo redentor y María corredentora.
El subjetivismo y el irracionalismo son talantes del hombre occidental actual a quien el budismo le viene como anillo al dedo para justificar su conducta. Como es algo importado del extranjero, no queda mal darle algún retoque para occidentalizarlo y es buena excusa para abandonar el cristianismo que evidentemente, al ser la religión verdadera y seria, tiene exigencias incompatibles con el egoísmo, con el hedonismo y, como se dice ahora, con todo aquello que me pide el cuerpo. La valenciana población de Requena se convirtió en noviembre de 1998 en la capital nacional de la meditación budista con la presencia de más de dos mil españoles reunidos en el único templo que esta religión tiene en este país, llamado “Luz serena de Casas del Río”, fundado en 1989 por el sevillano Dokusho Villalba.
El presidente de la Unión Budista Europea, el lama Denys Teuntroup, asistió al encuentro en Valencia (en Barcelona fue en el 96), en el que se daban clases prácticas de relajación y meditación y clases de iniciación a quienes apuestan por el yoga como forma de vida. Se trata de vaciar la mente, controlar los nervios, respirar hondo... ejercicios del soto-zen que, a juicio de los responsables budistas españoles, aporta la visión más pragmática de las distintas ramas budistas y permite disfrutar del momento presente si aprendemos a trasladar la mente donde toca en cada momento. Es una técnica para aprender a escapar de este mundo tan competitivo y acelerado. La implantación en Occidente se facilita por la propaganda de la adhesión de famosos a esta religión (Richard Gere, Penélope Cruz, Nacho Cano...) y la invasión de películas y libros sobre la cultura budista.
La escuela meditativa del budismo (Orden Zen) se conocía en Japón ya en el siglo VII dC pero fue en el XII cuando se crearon comunidades Zen al margen de las Órdenes budistas tradicionales. Fue el sacerdote Eisai quien fundó el primer templo Zen en Kenniujú y en 1386 el emperador Ashikaga Yoshimitsu dio a esta Orden una organización oficial que contaba ya con 200 templos locales, además de los 5 de Kyoto y los 5 de Kamakura y otros 70 templos de rango provincial. En el templo de Shokokuji en Kyoto se redactaban los documentos diplomáticos y se preparaban los sacerdotes que actuarían como agentes del emperador en el extranjero.
El lamaísmo
El lamaísmo es una forma particular del budismo que imperó en el Tibet y cuyos jefes religiosos se llaman lamas. Es una religión complicada surgida del budismo tántrico en forma de mahayana de la India e importada en el siglo VII (cuando aparece también el islamismo) por el rey Srong-btsan sgam-po y por la predicación del asceta tántrico hindú Padmasambhada en el s. VIII. En el 775 creó un monasterio budista en Samye y su religión se fue extendiendo lentamente por el Tibet en donde ya existía una religión nativa, el Bon, cuyos fieles, los Bonpo, siguen todavía practicándola en el este del país.
Cuando en el Tibet penetró el pensamiento indio también lo hicieron otras religiones extranjeras como el maniqueísmo de los turcos uigures, el nestorianismo del Irán, el islamismo y el pensamiento chino con sus conocimientos en medicina y astrología. Con esas mezclas, desde el siglo XI el lamaísmo tomó un aspecto muy particular, mezclando magia tántrica, especulaciones metafísicas budistas, técnicas de yoga y prácticas de taoísmo. El Dali-Lama estaba al frente de una monarquía feudal y teocrática que violaba sistemáticamente los derechos humanos, incluso manu militari por medio de una especie de Inquisición, los dop-dop o monjes-soldados. Así los monasterios se convertían en centros de poder tanto espiritual como político y militar mientras era apoyados por importantes familias nobles. Es una Inquisición en toda regla. ¿Quién imitó a quien? y si no se imitaron, ¿por qué coinciden los asiáticos y los europeos?
En el s. XIV Tsongkhapa (+1419 con 62 años) reformó la religión tibetana fundando la secta de los Gelugpa, la “Comunidad amarilla”, opuesta a la antigua “Comunidad roja” de Padmasambhada. La reforma insistía en la disciplina monástica, el celibato de los monjes y el estudio de los textos. Suena a lo que en Occidente ocurre con los benedictinos y sus reformas (Cluny y Císter) y luego los dominicos. Tsongkhapa fundó los grandes monasterios de Sera y de Depung cerca de Lhasa que se convirtieron en ciudades universitarias de enseñanza lamaica con facultades especializadas.
Los mongoles y sus intervenciones militares en el Tibet se añadieron a las luchas intestinas entre grandes clanes y sectas lamaicas y favorecieron el triunfo final de la secta de Tongkhapa en 1637 y la instalación del quinto Dalai-lama como rey del Tibet en Lhasa. Bajo el séptimo Dalai-lama (s. XVIII) se estableció el protectorado chino que duró hasta el final de la dinastía Ts’ing (1912). Después de la influencia indobritánica (1912-45), la China comunista ocupó de nuevo el Tibet tras la 2GM. La organización teocrática y religiosa del lamaísmo no podía compaginarse con el marxismo chino. El 130 Dalai-lama tuvo que huir y refugiarse en la India con su gobierno mientras los comunistas chinos destruían los monasterios, encarcelaban, mataban o dispersaban a los monjes y utilizaban los edificios como cuarteles. Hoy el Dalai-lama intenta reconstruir el lamaísmo con los millares de lamas que pudieron escapar y, por la India y Europa, está creando centros de enseñanza y de trabajo para conservar las tradiciones orales y escritas.
La enseñanza fundamental del lamaísmo es la ausencia de la realidad propia, de las cosas en sí, de los fenómenos; la única realidad es el Absoluto, que no se puede definir pero se llama “vacío” (shunyata) o “realidad en sí” (tathata). Es algo que se logra por las técnicas del yoga y no por el razonamiento intelectual. La conducta ordinaria del “laico” tibetano pertenece al orden de la verdad relativa, mientras que la verdad absoluta está reservada a los que siguen el camino estrecho y difícil del yoga y de los tantras importados de la India. Los fieles no pueden acceder a la alta metafísica de los lamas pues se requiere largos estudios y vida monacal. Por eso los fieles no asisten a los servicios religiosos de los monasterios, simplemente se conforman con hacer méritos (bsod-nams) con los donativos a los monasterios y a los pobres y con las peregrinaciones a lugares sagrados para tener un buen karma futuro y reencarnarse en mejores condiciones para poder tener un conocimiento más profundo de la sagrada ley budista.
El Bon, con sus sacerdotes, es la religión que existía en el Tibet antes de llegar el budismo. Los antiguos sacerdotes eran brujos primitivos que utilizaban prácticas del chamanismo. Puede ser que el Bon haya preparado la adaptación del budismo al Tibet con la asimilación de elementos indoiraníes antes de que el lamaísmo pudiera hacer lo mismo. Algunos opinan que Bon deriva etimológicamente de una palabra que significa “musitar fórmulas mágicas”.
Para el bonpo, el universo circundante está lleno de démones y el hombre mismo es morada de dos espíritus custodios. La comunicación normal con los espíritus se hace por el éxtasis y utilizando chamanes fantásticamente ataviados. A veces a los espíritus se les ofrecen sacrificios cruentos. El bonpo cree en una divinidad suprema, quizá dios celeste, que no interviene en el destino humano.
La introducción del budismo en el Tibet en el s. VII dio un sincretismo al acoger en su seno numerosos espíritus bon. Los bonpo que no se convertían a la nueva religión llegada, eran perseguidos y reaccionaron creando una nueva y más sistemática secta bon a cargo de los sacerdotes de la comarca de Tsang-Tsung. Como fundador se considera al santón Jzenrab, legendaria figura situada en tiempos remotos y cuya biografía parece en algunos momentos calcada de la de Buda. La China comunista le dio un golpe mortal a esta religión de la que sólo se conservan dos colecciones: un kangjur de 140 volúmenes y un tagjngkk de 160.
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