Los “parsi”
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Rendir culto al sol, a la naturaleza o a los ídolos no lo hacían tanto por adorar esos fenómenos naturales en sí mismos, sino en cuanto manifestaciones de un poder superior o un recuerdo de la presencia divina. A veces es difícil discernir la mezcla o contaminación de idolatría, superstición y magia, pero ello no impide que tuviesen un conocimiento y adoración del Dios único y verdadero, más o menos clara, según la calidad de las almas y su correspondencia a la gracia de Dios.
El zoroastrismo o mazdeísmo
El zoroastrismo o mazdeísmo, hoy casi extinguido, brilló durante muchos siglos en el mundo indo-iranio (a mitad de camino entre China y el Mediterráneo). Zoroastro (+551 aC con 77 años) fue un persa humilde que alcanzó una buena posición social gracias a la influencia de algunos amigos. Vivió en la abundancia y en la comodidad. Su doctrina no hablaba de rigor ni penitencia, sino de simples ritos a practicar, tras una etapa iniciática, desde los siete años. Esta doctrina tiene de original sus contenidos escatológicos de un juicio particular, del premio o castigo, de la inmutabilidad de las almas, la resurrección corporal, el juicio final y la restauración del universo.
Zoroastro es la palabra griega del castellano Zaratustra, como la usa Nietzsche. Es contemporáneo de Buda, de Confucio, de Lao-Tsé y de los profetas judíos en el destierro de Babilonia (Jeremías, Daniel).
Nació en 628 aC en una familia aristocrática de pequeños propietarios y fue educado en la religiosidad de su pueblo, impregnada de mazdeísmo. Como Buda y Confucio, abandonó todo retirándose a una gruta de montaña durante 6 años. No fue un fundador pero sí un reformador religioso, más ético que teológico, pues los griegos en tiempos de Alejandro Magno hablan de su “filosofía” y no de su “religión”.
Cuando tenía 30, dice haber tenido un éxtasis y la aparición de Ahura-Mazda, el único Dios y Señor, que le reveló cosas. Es lo que Moisés para el judaísmo, o Mahoma para el islamismo, sin olvidar el frustrado intento de monoteísmo en el antiguo Egipto a cargo de Aken Athón. Tras 10 años de meditarlas, las predicó con ahínco, destacando la santidad de Ahura-Mazda, su inmediata venida, la urgencia de ponerse de su parte y la necesidad de innovar ciertas creencias religiosas y el ritual mazdeísta. El Principio del Mal y los suyos le persiguieron por lo que fue expulsado de su tribu, aunque su porvenir quedó asegurado por la conversión del rey de Bactres, el famoso Vishtaspa, y del más distinguido de su corte, Jamaspa, con cuya hija (según la leyenda) se casó.
El monoteísmo zoroastrista del dios único Ahura-Mazda no es exactamente el de la Revelación judía ni el Dios Uno y Trino de la Revelación cristiana pues su omnipotencia está compartida con Ahriman, el Principio del Mal. De todos modos, en su escatología, se recuperará el monoteísmo ya que al final de los tiempos Ahriman será definitivamente derrotado y Ahura-Mazda reinará ya sólo, pues es el “inmortal”, el “siempre duradero” como le llama el Avesta (YT 19,11).
El Avesta antiguo sólo habla de la “lucha final” pero el reciente habla del “juicio final y universal” que supone una sentencia de premio-castigo. El fuego es el instrumento de la justicia del victorioso Ahura-Mazda y, tras la conflagración (como una ordalía cósmica), se dará la “restauración maravillosa” del universo que conlleva la resurrección corporal de los muertos.
Las fuentes antiguas hablan de la suerte del espíritu de cada hombre: a los tres días de la muerte, el espíritu pasa el puente Cinvat que une este mundo con el otro, y tiene lugar el “juicio particular” o balance de las obras buenas y malas, escritas en un libro que se pesa ante el tribunal de los tres jueces, Mitra, Sraosha y Rashu, quienes sentencian con el fuego o con una señal en la mano. La sentencia tiene aplicación inmediata y el justo va a la “casa de la buena intención” o paraíso de luz y alegría; el malvado va a la “casa de la mentira” o lugar de lamentos. Recientemente se habla de un lugar ultramundano entre el cielo y el infierno, una especie de purgatorio o de limbo, según los textos.
El monoteísmo zoroástrico conlleva la unicidad del culto, la prohibición de los sacrificios cruentos de toros y de los rituales mágicos, con la consiguiente persecución de magos y brujos, tan arraigados en la antigua Persia y procedente del antiguo culto a Mitra. Es característico del culto zoroástrico el rito de la Ghatas con el fuego sacrificial y la consagración del pan que es consumido (darun) y del líquido sagrado (homa) que se bebe ritualmente (parahoma).
Los magos codificaron el Avesta en el período sasánida (s. II-VIII dC). Eran una tribu de influencia política, especialistas en prácticas mágicas (de ahí su nombre), en interpretación de los sueños y en astrología que se difundieron por toda Asia llegando hasta el Mediterráneo. Tenían una concepción dualista y un ritual arcaico dominado por el fuego astral y artificial.
Se abrieron a corrientes exóticas y, aunque originariamente eran ajenos al mazdeísmo y a la reforma zoroástrica, llegaron a aceptar a Ahura-Mazda, uno más en su politeísmo, y terminaron presentándose como los herederos de los primeros seguidores de Zoroastro. Su sincretismo les hizo aceptar elementos judíos y se erigieron en la tribu del estilo de los levitas israelitas, con la función religioso-sacerdotal como propia. Los magos llegados a Belén bien pudieron ser de estos sacerdotes zoroástricos.
El zoroastrismo ejerció una influencia notable sobre el judaísmo durante el cautiverio en Babilonia y está muy presente en la doctrina cristiana. Su idea de un mundo dominado por la lucha entre los principios del bien y el mal fue también la base del maniqueísmo desde el siglo III pues su doctrina monoteísta no tuvo mucho éxito ni oficial ni popular; al contrario, la praxis popular derivó hacia el dualismo y aparecerá Maní que funda el maniqueísmo que se extenderá hacia Occidente y se incrustará en el cristianismo de la primera generación.
La expansión del mazdeísmo entre los persas hizo que se convirtiera en religión oficial bajo la dinastía Sasánida (siglos III-VIII), después del periodo helenístico, en el cual había retrocedido frente a la influencia cultural griega.
Marutas, obispo de Maiferkat, Siria (+420), hijo de Liyuta, gobernador de la Sofena (entre Persia y el imperio romano), en 383 era ya obispo de Talgrit donde colocó las reliquias de los mártires persas con Sapor II (+380 con 69 años). El Martirologio Romano celebra el 2 de novbre, la memoria de los mártires de Persia con Sapor II y dice que son siete mil.
El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II, puso fin a la cruel persecución de los cristianos en Persia durante el reinado de su padre pero el obispo Abdas, con un celo mal entendido, incendió el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se negó a hacerlo; el rey lo mandó matar e inició una persecución general que duró 40 años. Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono, decapitado en Ctesifonte tras crueles torturas junto con otros 120. El total de mártires puede llegar a ser de nueve mil. De ellos hay 727 con nombre conocido.
Ante la islamización del Irán, algunos mazdeístas se refugiaron en la isla de Ormuz (golfo Pérsico) y en la India (los parsis), donde perviven comunidades de esta religión (además de las que han sobrevivido en el propio Irán).
Los “parsi”
En la antigua Persia, territorio centro asiático entre el Tigris y el Indo, vivían los medos y los persas. Es donde se encontró el primer dato histórico escrito: la tablilla de arcilla cuneiforme que relata la conquista del territorio por parte del rey asirio Salmanasar III en el 835 aC. Posteriormente con Ciro se unen medos y persas para formar el imperio persa y que en 539 aC extiende hasta Babilonia, dejando regresar a los judíos a su tierra. En 333 aC llegó Alejandro Magno.
Con la ocupación islámica de Persia (hoy Irán) un milenio después, a principio del siglo VIII dC, los creyentes zoroástricos (los “parsi”) huyeron a barrios de Teherán, a Yazd y sobre todo a Sharifabad, el bastión principal de su ortodoxia. Otros muchos huyeron a la India, en el reino de Sanjan (Bombay y Udwada) donde prosperaron como armadores de barcos, comerciantes y banqueros.
Hoy día son unos casi 20 mil en Irán, unos 5 mil en Pakistán y casi 70 mil en la India (según el censo de 2001), sobre todo en Bombay. De fuera de Asia son conocidos varios políticos británicos, también Freddi Mercury (qepd), líder de Queen, el director de orquesta Zubin Mheta y otros. En la India tienen bastante influencia política, y uno famoso fue Feroce Ghandi, esposo de Indhira, a quien Nehru se oponía por sus creencias religiosas.
Los “parsi” adoran al fuego y el sol como símbolos divinos de pureza; su dios es Ormuz y Zoroastro o Zaratustra el profeta. Los Zoroastristas o Parsis no tienen hoy interés proselitista, aunque a través del matrimonio se han incorporado nuevos adeptos.
Anualmente celebran el Año Nuevo en agosto, con la fiesta dedicada a la diosa Gavinda, la representación femenina de Khrisna. Entre otros actos festivos, destacan los “castells” (que dicen en Catalunya) que montan como torres humanas.
Hoy sufren una fuerte crisis interna por las discusiones entre sus sacerdotes ortodoxos y los jóvenes que quieren ser modernos. En concreto quieren abolir la ceremonia del trato a los difuntos que existe desde hace unos 8 mil años. Los ortodoxos conservan en el Cerro Malabar la Torre del Silencio donde son llevados los difuntos. Los cadáveres se depositan sobre losas de piedra y quedan expuestos a la voracidad de los buitres que, en corto plazo, dejan sólo los huesos del esqueleto. Entonces el sol los calcina y, semipulverizados, se arrojan a un pozo habilitado en el fondo de la Torre. Desde allí, impulsados por agua, llegan al mar. Creen que al morir, el alma sale del cuerpo por la oreja y creen en la resurrección de la carne como obra del Dios supremo.
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