En Perú y con nativos de la Amazonia
Perú es el
nombre en quechua y en aimara se llama Piruw.
Voló desde
Lima para un encuentro con los nativos
de la Amazonia, uno de los
pulmones del planeta, y que tan bien ha dibujado en su Encíclica Laudato si. Estuvieron en el Coliseo regional Madre de Dios
en Puerto Maldonado. Son nativos de Perú, Bolivia y Brasil con los que bailó, rió, se emocionó y escuchó las reivindicaciones
de un pueblo que nunca estuvo tan
amenazado. Y gritó con ellos a la conciencia de los poderosos, para
denunciar la trata de personas, la mano
de obra esclava y el abuso sexual, que "es un clamor que llega al
cielo".
El Papa señaló que "hemos
de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonía como una
despensa inagotable de los estados, sin tener en cuenta a sus habitantes
(…) considero imprescindible realizar
esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos, asumiendo
y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que le
son propias”.
"La Iglesia no es
ajena a vuestras vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y
organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las
iglesias locales amazónicas", y por ello convocó el Sínodo
de la Amazonía, cuya primera reunión "será
aquí, hoy, esta tarde".
Anteriormente
Juan Pablo II también estuvo en Perú,
en febrero de 1985, durante 5 días, viajando también a Venezuela, Ecuador y
Trinidad Tobago. En una segunda ocasión en 1988 solo estuvo 40 horas asistiendo
al Congreso Eucarístico- mariano bolivariano. Los peruanos en Iquitos, en su
primer viaje, le llamaban “papa charapa“.
Celebró misa en la fortaleza inca de Sacsayhuamán y coronó a la Virgen
del Carmen de Paucartambo.
Continuó su peregrinaje hacia Ayacucho,
cuna de la violencia terrorista maoísta, donde dirigió un mensaje pidiendo
cambiar de camino.
En Sacsayhuamán se encontró con
los campesinos andinos llegados de los departamentos del Cuzco, de Puno o
Apurímac, así como a los procedentes de otras regiones del Perú o que en ellas
se dedican a las tareas agrícolas.
En este lugar os manifiesto sinceramente mi profundo respeto por
vuestra cultura ancestral de siglos, por vuestra piedad y religiosidad que, al
recibir la luz de Jesucristo, se vertió en el arte y belleza de las basílicas y
templos de vuestras ciudades a lo largo de todos los Andes.
Con
los indígenas de la Amazonia se
encontró en Iquitos, llegados a esta inmensa y exuberante selva amazónica –dijo
el Papa polaco- , surcada por los grandes
ríos que se adentran en varios países (…)
de manera muy especial quiero saludar a los aproximadamente 250.000 habitantes
nativos que viven entre los dos millones de pobladores de la Amazonia peruana.
Sé que ellos forman 12 familias lingüísticas y 60 grupos étnicos. Querría, por
ello, que mi saludo llegara a cada miembro de esos grupos, entre ellos los
Campa-Asháninca, Aguaruna-Huambisa, Cocama-Cocamilla-Omagua. Quichua-Lamista,
Shipibo-Conibo, Machiguenga-Napo, Chayahuita, Ticuna, Amuesha, Candoshi y Piro.
(…) Debéis preocuparos por un justo progreso en vuestra vida, por la
defensa de vuestros derechos, pero haciéndolo como Cristo nos ha mandado (Cf. Matth. 28, 20), nunca inspirados por
el odio, sino por el amor. Por eso, al defender vuestros legítimos derechos no
podéis considerar a nadie como enemigo.
(…) Sé que tenéis sufrimientos; porque siendo
poseedores pacíficos desde tiempo inmemorial de estos bosques y «cochas», veis
con frecuencia despertarse la codicia de los recién llegados, que amenazan
vuestras reservas, sabedores de que muchos de vosotros carecéis de títulos escritos en
favor de vuestras comunidades, y que garanticen legalmente vuestras tierras.
(…) No puede verse como atropello la
evangelización que invita con respeto a abandonar falsas concepciones de Dios,
conductas antinaturales y aberrantes manipulaciones del hombre (Cfr. Discurso a los indígenas en Quetzaltenango,
7 de marzo de 1983).
En
Lima, antes de partir hacia Trinidad Tobago, después de haber visitado
Venezuela y Ecuador, Francisco tuvo una Liturgia en “villa El Salvador”, un “pueblo joven”, uno de los más pobres de las
periferias de esa capital.
Allí dijo: Bien sé que en
ciertas situaciones de injusticia puede presentarse el espejismo de seductoras
ideologías y alternativas que prometen soluciones violentas. La Iglesia, por su
parte, quiere un camino de reformas eficaces a partir de los principios de su enseñanza social; porque toda
situación injusta ha de ser denunciada y corregida. Pero el camino no es el de
soluciones que desembocan en privaciones de la libertad, en opresión de los
espíritus, en violencia y totalitarismo.
(…) Con gran alegría me he enterado de la generosidad con que
muchos de los habitantes de este «pueblo joven» ayudan a los hermanos más
pobres de la comunidad, en los comedores populares y familiares, en los grupos
para atender a los enfermos, en las campañas de solidaridad para socorrer a los
hermanos golpeados por las catástrofes naturales. Son testimonios estupendos de
caridad cristiana, que muestran la grandeza de alma del pobre para compartir.
(…)
Pero, al mismo tiempo que dais ese ejemplo de
admirable apertura de espíritu, luchad contra todo aquello que rebaja vuestra
situación moral y os sume en el pecado: contra el alcoholismo, las drogas, la
prostitución, la mentalidad machista que posterga y explota a la mujer, la
promiscuidad, el concubinato.
(…) Pobladores de esta
«Villa El Salvador», sed los primeros en empeñares en vuestra elevación. Dios
ama a los pobres que son los preferidos en su reino (…) Pero Dios no quiere que
permanezcáis en una forma de pobreza que humilla y degrada; quiere que os
esforcéis por mejorares en todos los sentidos. Como dije en Brasil: «No es permitido
a nadie reducirse arbitrariamente a la miseria a sí mismo y a sus familias; es
necesario hacer todo lo que es lícito para asegurarse a sí mismo y a los suyos
cuanto hace falta para la vida y para la manutención» (Discurso en la «Favela Vidigal» de Río
de Janeiro, 2 de julio de 1980).
Etnias nativas |
(…) Conozco las dificultades y sufrimientos que en
vuestra historia pasada y presente habéis encontrado (…) Sé también que
numerosos misioneros, entre ellos Fray Bartolomé de las Casas, el Padre Vieira,
el obispo Pedro de la Peña y otros, así como los miembros de diversos
Concilios, lucharon en defensa de los derechos del indígena. Ellos hicieron oír
su grito de denuncia ante las autoridades europeas; con tal energía que hombres
de gran talento y corazón, como los Padres Vitoria y Suárez, se hicieron eco de
estos reclamos, proclamando que los derechos humanos de vuestros pueblos
estaban antes que cualquier otro derecho establecido por leyes humanas.
(…) es perfectamente legítimo
buscar la preservación del propio espíritu en sus varías expresiones
culturales.
(…) El irrenunciable respeto a vuestro medio
ambiente, puede a veces entrar en conflicto con exigencias como la explotación
de recursos. Es un conflicto (…) hay que hallar caminos de solución que
respeten las necesidades de las personas, por encima de las solas razones
económicas.
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