martes, 18 de mayo de 2010

Los pueblos de la India

Un pueblo religioso
Una sociedad clasista
Sus escrituras sagradas

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Para llevar a la práctica el diálogo de la Iglesia con esas muchedumbres de hombres y mujeres asiáticos que todavía no conocen de verdad a Cristo, Juan Pablo II impulsaba con ilusión la apertura conciliar y apuntaba hacia esta parte del planeta con sus sueños y sus oraciones. “Mi pensamiento se dirige espontáneamente a las tierras del Oriente, ricas de tradiciones religiosas y filosóficas muy antiguas. Entre ellas, la India ocupa un lugar particular. Un gran movimiento espiritual lleva el pensamiento indio a la búsqueda de una experiencia que (...) tenga valor absoluto” (Enc. Fe y Razón, 72).

El Concilio Vaticano II definía magistralmente en breves líneas que “en el hinduismo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los ritos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición, ya sea mediante las modalidades de la vida ascética, ya sea a través de profunda meditación, ya sea buscando refugio en Dios con amor y confianza” (Nostra aetate, 2).

Un pueblo religioso

La India es un país enorme de extensión con más de 3 millones de km2, para más de 1.000 millones de habitantes. Es un pueblo profundamente religioso que vive su fe en las expresiones culturales y en la vida doméstica, llena de ritos, pensamientos y actitudes religiosas: al levantarse, al bañarse, al comenzar el trabajo, antes de comer, etc. La literatura, el arte y el teatro también reflejan el espíritu religioso, con silencios y oraciones intimistas. Ya desde la prehistoria, la cultura pre-védica de la cuenca del Indo muestra una profunda preocupación religiosa. Esa religión pre-aria y autóctona no desapareció completamente con la invasión de los arios, sino que, quedando en las capas inferiores de la población indígena con su culto, sus sacerdotes, sus ritos de aldea, fue asimilada poco a poco por el hinduismo de los brahmanes y cambió profundamente el antiguo vedismo de los Vedas.

Pablo VI, en su viaje a Bombay (03-XII-1964) manifestó que en la India “está el origen de las más antiguas culturas y ha sido la fuente de grandes religiones. Es la casa de un pueblo que ha visto a Dios con su incansable deseo de verle a través de profundas meditaciones y silencios. Pocas veces el deseo de Dios ha sido expresado con palabras tan llenas del espíritu del Adviento como en vuestros libros sagrados, escritos muchos años antes de Jesucristo: «de lo irreal condúceme a la luz; de la muerte condúceme a la inmortalidad»”.

Hoy día son unos 750 millones (aprox.) los que creen en el hinduismo, religión que no tiene fundador pues surgió a partir del racismo, las castas y el color de la piel. Unos dos milenios antes de Cristo, la India, con población de tez morena, fue invadida por emigrantes venidos hacia Oriente, hombres rubios, los auténticos y originarios arios que, más tarde, también emigrarían hacia Occidente, invadiendo Europa central. Llegaron penetrando por el Bósforo y por Asia menor. En el 2000 aC hubo otra oleada que dio origen a los hititas. Unas tribus se quedaron en la planicie iraní, otras bajaron a las llanuras del Indo. Siempre en continua pelea con los occidentales semíticos.

En aquellos momentos de la Historia, todavía no existía ni la Biblia ni el pueblo judío pues Abraham se sitúa hacia el año 1850 aC., pero la religión que Adán y Eva enseñaron a sus hijos se había ido difundiendo entre la humanidad por tradición oral. Lógicamente sufriría multitud de cambios, interpretaciones y aplicaciones distintas, tal como aparecen en los diversos pueblos o civilizaciones. Es fácil comprobar en todas ellas unos elementos comunes que, al menos, atisban una común raíz original que la historia de las religiones puede demostrar. Es curioso observar que, si –es una hipótesis- la humanidad apareció en el centro de Asia, entre el Tigris y el Éufrates, las civilizaciones devenidas hacia Oriente siguen hoy día siendo creyentes en lo espiritual y, en cambio, la emigradas hacia Occidente han caído en el materialismo. En estos últimos siglos se ha abierto un gran abismo espiritual entre el este y oeste, como ocurre entre el norte y el sur en lo económico, y que cada día parece más insalvable; como dirían los geólogos, parece una deriva continental.

Una sociedad clasista

Hoy en la India las castas son más de tres mil, en unas subdivisiones muy complicadas de entender para los occidentales, pero, simplificando, los “arios” formaron las tres castas superiores: los sacerdotes (dueños del poder espiritual y encargados de los ritos), los nobles guerreros (dueños del poder temporal) y la casta de los que se ocupan de los bienes económicos (agricultores, ganaderos y comerciantes). Los “morenos” son las castas inferiores y los “parias” son los sin casta. Los “sudras” (artesanos y comerciantes), que benefician a todos los demás con su trabajo, son otra casta aparte.

Las castas y los privilegios, aparentemente insultantes, se justifican por su procedencia: los sacerdotes provienen de la cabeza de Brahmán, los guerreros de sus brazos, los productores de sus piernas y los sudras de sus pies. Otra justificación es la reencarnación que da razón a que nadie se sienta discriminado pues en cada reencarnación pertenece a una u otra casta. Nadie se enfada por ser hoy de una casta inferior ya que mañana puede pertenecer a una superior si en esta vida ha sido fiel y sumiso a sus circunstancias, sin rebeldías o reivindicaciones. El que vive infiel en la casta que le tocó, se reencarnará en una inferior.

Los “intocables” son l@s de la casta inferior, de inhumana miseria. Desde 1950 el gobierno tiene planes sociales para esos “dalit” que viven en chabolas pero sólo se vienen aplicando a los “dalit” hindús; recientemente están aplicando ayudas a los sikh y budistas pero los cristianos y musulmanes “intocables” siguen discriminados en la práctica aunque la Constitución reconoce que no puede hacerse discriminación por razones religiosas.

Sus escrituras sagradas

Los "Vedas" son los textos que exponen la religión que practicaron los arios cuando penetraron por el norte de la India. La palabra “Vedas” significa “Saber sagrado” y por sí misma constituye una literatura importante de textos primitivos de tiempos de la conquista y otros más recientes. En común, todos ellos afirman representar una Saber Eterno, “contemplado” en sus orígenes por los sabios inspirados (los rishis) y transmitidos por las escuelas de los brahmanes y por algunas familias que poseen la exclusividad del conocimiento y de su interpretación. La transmisión fue oral durante siglos y su trascripción escrita es relativamente reciente.

Los indólogos europeos del s. XIX tuvieron grandes dificultades para procurarse estos textos considerados sagrados y secretos para los hindúes. Sólo se está de acuerdo en determinar que los pasajes más antiguos son los himnos del Rigveda. El hindú Bâl G. Tilak (Bhagavadgita Rahasya, Pooma 1935), apoyándose en datos astronómicos, sostiene que los cantos védicos proceden de una época en la que el equinoccio de primavera se producía en la constelación de Orión, y por ello fija la fecha de su redacción hacia los 4000-2500 aC, y que algunos himnos muy antiguos fueron escritos cuando el equinoccio se encontraba en la constelación de Géminis (Punarvasû), o sea, hacia los 6000-4000 aC. El indólogo H. Jacobi (Mahâbhârata, Bonn 1903) llegó a las mismas cifras en 1893. Max Müller y otros indólogos europeos bajan estas fechas, aunque todavía no son más que hipótesis, a 1500-2000 aC.

El texto más antiguo y más importante es la colección Samhitâs del Rigveda, 1.028 himnos (sûkta) con un total de 10.600 estrofas (ric) repartidas en diez partes o “círculos” (mandala). Están escritos en lengua sánscrita antigua o védica y, en conjunto, son una antología de himnos, de plegarias relacionadas con diversos ritos y con hechizos mágicos (encantamientos de amor, fórmulas para augurios, conjuros contra los demonios, el mal y las brujas). También hay himnos históricos, cosmogónicos o diálogos y algunos tratan de descifrar el enigma del mundo y afirman ya la existencia de un principio único de quien los dioses son múltiples figuraciones.

Durante los sacrificios (yajus) recitaban fórmulas (yajurveda), escritas en prosa, cortas oraciones o jaculatorias o largas letanías. Los Brâhmanas son extensos tratados teóricos que explican los ritos y las fórmulas utilizadas; es el resultado del trabajo de interpretación y de la glosa de generaciones de sacerdotes, desde el s. X al VII aC. Los Âranyakas, “libros del bosque” son obras secretas y mágicas con fórmulas (mantras) y ritos particularmente sagrados y peligrosos para el profano. Como medida de precaución, la enseñanza y los ritos se realizaban en la soledad del bosque, de ahí el nombre de estos textos.

Por último, la colección Upanishads de catorce tratados “místicos” de carácter secreto (como su nombre indica, “sentarse cerca de”) escritos en diversas épocas: los seis más antiguos se datan en el 800 aC y los tres más recientes en el 500 aC. Versan sobre problemas psicofisiológicos, de metafísica, de cosmogonía, y establecen una gran “revelación” brahmánica de la equivalencia del Brahmán, el universo, con el âtman, el alma individual. El conocimiento de esta identidad es lo que libera al ser humano y es una conquista espiritual que debe hacerse en las distintas vidas de la metempsícosis (transmigración); el objetivo final, la salvación o liberación (moksha) es el premio.

En la doctrina de los escritos védicos se comprueba una evolución religiosa muy interesante durante el milenio de su redacción. El conocimiento, la búsqueda y la afirmación de la verdad va tomando una mayor importancia, por encima de los ritos mágicos; así los Upanishads establecen una especie de revolución espiritual para pasar del ritual a la mística brahmánica, de unos ritos mágicos externos a una interiorización del sentido religioso y de las relaciones con lo divino; o sea, es el paso de una religión primitiva de felicidad a una filosofía de la salvación. Algunos estudiosos ven en estas contraposiciones una vacilación entre el monoteísmo y el panteísmo debido a la introducción de elementos no arios durante su evolución. Estas nuevas concepciones transformaron la religión védica en el brahmanismo y el hinduismo.

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