miércoles, 11 de abril de 2018

ABORÍGENES AMAZÓNICOS (1)

Ante el Sínodo de la Amazonia



El Sínodo de la Amazonia convocado por Francisco para octubre de 2019, dicen algunos expertos, que hará correr la tinta como al agua del Amazonas.

Francisco presidió la reunión de apertura del Presínodo de la Amazonia, celebrada el 12 de abril de 2018, en el Vaticano, ante los 18 miembros del Consejo pre-sinodal y los 13 expertos en temas amazónicos encargados de la preparación del Sínodo de la Amazonía que  tratará sobre el tema "Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral".

En esta reunión el Papa recordó que el Sínodo de la Amazonia comenzó ya en Puerto Maldonado, en el encuentro que mantuvo con los pueblos amazónicos, durante su Viaje Apostólico a Perú.

Se calcula que en la Amazonia, la selva más grande del planeta, puede haber un millón de habitantes aborígenes, en unas 400 tribus. Algunos de ellos han tenido contacto con los hombres “civilizados” pero se “sabe” que hay tribus inconectadas del mundanal mundo. En la Amazonia pueden ser 145 de las 160 en total en el planeta. Unos cuantos de esos grupos son los supervivientes de las atrocidades cometidas antaño con sus antepasados, de los brutales robos de tierras, cuando eran el blanco de madereros, terratenientes y otros por los que fueron asesinados. Hoy día muchas tribus están en peligro evidente de extinción por la desforestación y los estropicios que causan los ganaderos.

Recordar las cosas buenas del pasado, evidentemente que sirve para atender el presente y diseñar el futuro.

Hoy día existe desde 1972 el Consejo Indigenista Misionero (CIMI), un órgano de la Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil (CNBB) al servicio de la misión junto a los Pueblos Indígenas. Fue fundado por los obispos profetas Pedro Casaldáliga y Tomás Balduino, entre otros. El CIMI se organiza en 11 Regionales y un Secretariado Nacional en Brasilia para la articulación e incidencia nacional e internacional. Con el CIMI están asociados los jesuitas para trabajar pastoralmente en común.

Los jesuitas habían fundado en Paraguay las “Reducciones”, originales colonias de indígenas, repúblicas guaraní, distintas a las llevadas por dominicos o franciscanos, pues los indígenas no los consideraban ciudadanos de segunda clase, sino protagonistas ya que los jesuitas no dudaban considerarlos verdaderos hijos de Dios. Los historiadores dirán que esas “Reducciones” lograron un grado tan elevado de civilización que nunca se había visto pero fueron destruidas por las miserias humanas de otros cristianos.

De las Reducciones Jesuitas del Paraguay se ha escrito: “parecían un triunfo de la humanidad”. ¿Quién las calificaba sintéticamente de tal modo? ¿Acaso un católico en euforia apologética? ¡No!


Lo dijo el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina y Prefecto de la Congregación para los Obispos, en la apertura de las Jornadas organizadas por la Embajada del Paraguay ante la Santa Sede, pronunciadas el lunes 27 de mayo de 2013, en la Real Academia de España.

Fueron palabras, nada menos, que de Voltaire, por lo general tan virulentamente agresivo contra la Iglesia católica. ¡Sí!, fueron un verdadero triunfo de humanidad, porque un puñado de jesuitas fueron capaces de poner a las tribus guaraníes en condiciones materiales, culturales y religiosas para afirmar y valorizar la propia humanidad.

Según Ouellet, evangelización y promoción humana se conjugaron indisociables, sólo movidas por el amor a la vida y al destino de los pueblos indígenas. No hubo en todo el tiempo colonial experiencia semejante de educación e instrucción de los indígenas, de edificación de comunidades de personas y familias y de comunión de bienes, de formación técnica y cultivo de las artes, de crecimiento artesanal e industrial, de productividad en el trabajo agrícola, de participación de los indígenas en la organización de la vida colectiva y civil.

Pero las Misiones del Paraguay no fueron sólo el “foco de desarrollo” más portentoso de la Cuenca del Plata. Sirvieron de centro de experimentación y guía de una cadena de misiones en los Llanos orientales de Colombia, en el Marañón, en los Llanos del Alta y Medio Amazonas, en los Llanos de Chiquitos al sureste de la Bolivia actual y en los Llanos de los Mjosos del noreste boliviano

Yo creo que se puede afirmar con muchas razones -seguía diciendo el cardenal Ouellet- que la brutal expulsión de todos los jesuitas de los territorios sometidos a las coronas española y portuguesa y la consiguiente dispersión de los pueblos misioneros constituyó la destrucción de la más importante experiencia social de verdadero progreso en tierras del “Nuevo Mundo” y una de las causas más graves de su posterior atraso.

El cardenal Marc Ouellet citó al Reverendo Padre Aldo Trento, quien intenta, ¡nada menos!, reactualizar la obra de las Reducciones en su misma parroquia, siendo, a la vez, un gran estudioso de las reducciones jesuita-guaraníticas.

Las misiones jesuíticas me traen a la memoria que tenemos hoy al primer jesuita como Sucesor de Pedro, que viene de aquellas tierras de la Cuenca del Plata y que nos llama hoy a ir hacia todas las periferias humanas, sociales y culturales para anunciar el Evangelio y desplegar la fuerza constructiva de la caridad.

En el santoral se celebra a los 40 jesuitas mártires en Brasil y otros tres en Uruguay, Paraguay y Argentina, muertos en 1628; después de incendiar las Reducciones, tiraron sus cuerpos a las llamas. Son los primeros mártires sudamericanos canonizados por Juan Pablo II en 1988.

El paraguayo P. Roque era criollo y comprendía muy bien el temperamento guaraní; llegó a “dirigir” seis reducciones paraguayas. Un curandero o brujo indígena tuvo envidia pues los jesuitas le quitaban clientela. Reunió un grupo de salvajes y mataron al P. Roque a mazazos. Y luego a Alonso Rodríguez Obnel de esa misión y a un tercero, Juan del Castillo, de la misión vecina. El jefe indio Guaregupí dejó por escrito testimonio de la santidad de estos misioneros.

Con otro estilo trabajó san Toribio de Mogrovejo (+1606 con 68 años), leonés que fue obispo de Lima a propuesta de Felipe II y que siendo Patrono de Perú, Juan Pablo II lo nombró patrono de todo el Episcopado Latinoamericano (CELAM) pues es también modelo de evangelizador dado que todo lo que escribió lo tradujo a las lenguas nativas pues aprendió: quechua y aymara, el guajiro del sur, el quejoja de Quito y el tuncha del sur de Colombia. A pie o a caballo, en 25 años, recorrió 4 veces su inmensa diócesis que abarcaba Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y parte de Argentina.

A la llegada de los españoles, la población precolombina se calcula que podría ser entre 6 y 8 millones, que habitaban Centroamérica, el mar del Caribe y Brasil a lo largo del valle del Amazonas. Salvo las dos grandes civilizaciones precolombinas (incas y aztecas), la mayoría de pueblos amerindios estaban en un estado de avance cultural muy primitivo.

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