Totemismo
Chamanismo
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“La Iglesia en América” es la Exhortación apostólica de Juan Pablo II que, con fecha de enero de 1999, entregó en mano en México y en la que glosa las conclusiones que todos los episcopados americanos le presentaron en el documento final de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América, celebrada en el Vaticano a finales de 1997. Entre otras consideraciones, se hace lógicamente referencia al diálogo con los que todavía no son cristianos o que siéndolo, provienen de las anteriores religiones o culturas religiosas precristianas. Wojtyla recordaba lo que ya había dicho en Santo Domingo en el Discurso de apertura de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (12 octubre 1992), el mismo día del 5º centenario de la llegada del Evangelio a esas tierras, a ese “nuevo mundo”. “La Iglesia, ya a las puertas del tercer milenio cristiano y en unos tiempos en que han caído muchas barreras y fronteras ideológicas, siente como un deber ineludible unir espiritualmente aún más a todos los pueblos que forman este gran Continente y, a la vez impulsar un espíritu solidario entre todos ellos”.
Al cabo de cinco siglos de la llegada del Evangelio a estas tierras, el Papa Wojtyla recuerdaba una evidencia: en América la piedad popular es expresión de la inculturación de la fe católica y muchas de sus manifestaciones han asumido formas religiosas autóctonas pues entre las poblaciones indígenas se encuentran las ‘semillas del Verbo’ presentes en sus culturas y pueden llegar a su plenitud en Cristo (cf EIA, 16). Las religiones de las poblaciones aborígenes y precolombinas de este inmenso continente que se extiende de N a S, desde el Ártico a la Antártida, ofrecen un excepcional interés.
Antes de la expansión del cristianismo, los pueblos americanos tenían muy extendida la creencia en torno a los espíritus, se rendía culto a los muertos, y realizaban prácticas mágicas vinculadas con la hechicería. Los cuerpos celestes y los fenómenos meteorológicos tenían carácter sobrenatural. Estos rasgos de religiosidad eran muy diferentes de unas regiones a otras. Suele dividirse el continente americano en tres zonas: norte, central (mesoamérica) y sur.
Totemismo
En América del norte, que es inmensa, suele distinguirse entre el este atlántico, el oeste pacífico y la zona central. En las tribus del noroeste es frecuente el totemismo y las fratrías llevan denominaciones totémicas, como cuervo y lobo o cuervo y águila. El Gran Cuervo es el Hacedor del mundo y el héroe cultural, dando pábulo a multitud de mitos en su lucha con el lobo (el principio del mal). Al dividirse las fratrías en clanes surgen diversas leyendas sobre la descendencia del totem. Predomina el chamanismo, asumiendo la nutria un papel importante; el opositor a chamán deberá matar una nutria y conservar su lengua en calidad de objeto sagrado o amuleto. Es frecuente la existencia de cofradías y ligas con huellas de división clánica y diferenciación social.
Totem es una palabra exótica que parece utilizada en 1719 por primera vez por J. Long, viajero anglosajón. El emblema de los amerindios Ojibway, tribu de los Grandes Lagos, era una figura simbólica, una efigie por lo general de un animal, vegetal, de algo geográfico, telúrico o cósmico, que representa un clan y con el que, por elucubraciones más o menos místicas, se considera que tiene una relación de parentesco, si se trata de un antepasado o progenitor. No llega a ser zoolatría porque no se le tributa culto, sino sólo la presunta representación del padre de una tribu o de divinidades en forma animal, de metamorfosis de hechiceros o de animales, a los que se atribuye un simbolismo astral o alquímico.
El totemismo se encuentra sólo en determinados pueblos aunque el totem individual se observa en pueblos situados en cualquier nivel de civilización y organización social, desde los pueblos cazadores y culturas arcaicas a sociedades modernas, por ejemplo, en jugadores de béisbol o de fútbol que se autodenominan osos, panteras, o en partidos políticos, organizaciones militares o paramilitares o de club cívicos también denominados leones o con nombres así. Parece que se deben a sentimientos mágicos y supersticiosos más bien opuestos al sentimiento religioso.
La zoolatría parece más propia de grupos con estrecha vinculación telúrica (lo agrario sacralizado) que llegan a la animalización de lo divino. Los dioses no son hombres pero el hombre debe concebir lo divino de alguna manera, con rasgos perceptibles por la razón y, en la medida de lo posible, por los sentidos. Un amplio sector de la religiosidad arcaica prefirió esta figuración de la divinidad y, por ello, la veneración de algunos animales elevados a la categoría de encarnación o epifanía (manifestación) de alguna deidad. Los grabados rupestres del norte de Europa pertenecientes a pueblos pastores, y de constitución patriarcal, también relacionan sus dioses con animales o seres machos: caballo, macho cabrío (como el dios germano Thor), el sol (no la luna); en cambio, en el sur se prefiere lo femenino: la luna, la serpiente, el agua. Todo esto vale también para América, Asia Menor y la India.
Chamanismo
En todos estos pueblos indios americanos se ven huellas del chamanismo, conjunto de fenómenos rituales y mágicos con rasgos comunes, que fundamentalmente se conoce en Eurasia septentrional y, sobre todo, en los pueblos primitivos de Siberia pero también hay huellas tanto en América del norte como en Irán, en la India antigua y en China.
Es una palabra de origen en la lengua de los tunguses de Manchuria que se relaciona con la palabra sánscrita shamana (asceta) y con la china sha-men. El chamán es el intermediario (función sacerdotal) entre el mundo sobrenatural, lleno de espíritus y divinidades, y el mundo humano. No se enseña a cualquiera pues es un don especial que se recibe generalmente de joven y a veces de forma dolorosa y acompañado de fenómenos psico-neuróticos.
Los estudios médicos demuestran que no puede generalizarse que el chamanismo corresponda a enfermedades psicópatas o epilépticas. No se trata de una “posesión” como ocurre en África o en el espiritismo moderno, pero es un estado especial en el que el “alma” del chamán viaja por el reino de los muertos o por el cielo. Al contrario que el poseso, el chamán es libre y, una vez despertado, cuenta sus viajes. La sesión chamánica puede definirse como un estado de absorción autosugestiva que la psicología espiritual llama “trance”. Además el chamán es dueño de los espíritus y no su servidor.
Es un fenómeno de pueblos cazadores por lo que lo animal tiene mucha importancia en el ritual; el chamán se viste con un ropaje que evoque un pájaro, un oso, un reno (animales nórdicos); la tienda en la que se realiza el “trance” está rodeada de figuras esculpidas con forma de animales y se utiliza un tambor que también es elemento importante del ritual. Este complejo fenómeno religioso y social tuvo considerable importancia en las sociedades primitivas y llegó a tener funciones sacerdotales propiamente dichas. Quizá el chamán fuese una especie de místico primitivo y mago a la vez.
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